La Santa Dinero

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2010

sábado, 14 de noviembre de 2009

24ºFestival Internacional de Mar del Plata-Competencia Oficial. MEJOR LARGOMETRAJE ARGENTINO

COMPETENCIA ARGENTINA / El hombre de al lado


El hombre de al lado, de Gastón Duprat y Mariano Cohn
Proyecciones: Hoy 13, 10.00 y 20.00 - Teatro Colón

Sábado 14, 13.00 - Teatro Colón

Además de ser la única obra de Le Corbusier en tierra latinoamericana, la Casa Curutchet de La Plata fue la primera construcción con fachada única del arquitecto; esto es, delimitada por medianeras. Una de esas medianeras es, créanlo o no, la gran protagonista de la nueva película de Cohn y Duprat. Casi sin salir de ese ambiente peculiar de líneas rectas y colores fríos, El hombre de al lado se erige como una película sobre la arquitectura, pero no sólo la de casas y edificios, sino sobre todo la arquitectura compleja de las relaciones humanas. En particular, las que sostenemos con esa especie imprecisa que se conoce como “vecino”. En la Casa Curuchet vive, con su mujer y su hija preadolescente, Leonardo (Spregelburd): diseñador industrial famoso, políglota, snob, soberbio. En la casa de al lado vive Víctor (Aráoz): posible vendedor de autos usados, rústico, prepotente, grasa a más no poder. Cuando Víctor se empecina en abrir una ventana a la intimidad –a la propiedad– de Leonardo “para atrapar unos rayitos de sol”, la guerra de los mundos se vuelve inevitable. Así contada, El hombre de al lado puede parecer otra comedia costumbrista sostenida en estereotipos, pero a no engañarse, porque el humor incomodísimo y la precisión formal de Cohn y Duprat echan luz sobre un terreno bien distinto: el de nuestros miedos, nuestras miserias, y lo solos que podemos estar aunque vivamos en sociedad.



Dicen los directores: "Una simple pared medianera de treinta centímetros puede dividir dos mundos: dos maneras de vestir, de comer, de pensar, de vivir. Podemos estar toda la vida sin sentir la presencia de un vecino, que sin embargo permaneció inconcebiblemente cerca nuestro, a centímetros a veces. Un agujero en la medianera puede desatar lo impensado: solo ante la mirada del otro somos concientes de nosotros mismos. Y ahí empieza el problema".

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